lunes, 15 de junio de 2015

EL TABANO Y PIRANCHIGUAY

El Tábano y Piranchiguay

7 de mayo de 2011 a las 20:08


Paseaba por ahí,  escudriñando con sus ojos entrecerrados, buscando horizontes entre la niebla de la mañana, se desplazaba por esa madrugada de primavera en la ribera del río que le había enseñado el mundo desde su infancia. El río con el que había compartido sus juegos de troncos flotantes que disfrazaba de barcos corsarios con ramas donde tallaba torsos y figuras de tremebundos piratas. Balsas  en el que había recorrido un imaginario Amazonas lleno de caníbales  y cocodrilos, aguas en la que había descubierto y gozado las inagotables fuentes de fantasías  que ofrece la naturaleza. El río había acompañado las frescuras de su pubertad, las imaginarias hazañas que realizaría en sus exploraciones por el Congo. Le había brindado las primeras experiencias de su desarrollo erótico, con el penetrante olor de madreselvas y los sonidos de  gozosos arrumacos que pronunciaban las palomas enamoradas.  El río que había escuchado las reflexiones de su juventud,  sus preguntas por el sentido de la vida, sus primeras inquietudes por las esencias ... ¿qué es el amor? ... ¿qué es lo bello? ...  y donde había forjado los principios rectores de su vida y su ideología en largas sesiones de meditación con la mirada fija en el agua.
El río que estimulara su problematización del mundo. El río de sus fuentes culturales, el río que viera nacer y morir generaciones de araucanos,  de gauchos, de gringos, de delincuentes, bandidos robinjudescos,  conquistadores sanguinarios, misioneros, ciudadanos honorables descendientes de desterrados patibularios, estudiosos naturalistas, literatos, pintores, ascetas, glotones viciosos y ambiciosos. Toda esa mezcla desordenada  que sumió a su generación en la más dolorosa y contradictoria experiencia histórica del siglo 20.
Llevaba en sus alforjas las cicatrices de la mitad de su vida, y en los bolsillos un montón de recetas, recetas inventadas por el dolor de su historia setentista, el peso del miedo sedimentado durante los años de terror, la ausencia de su amada destrozada en las cavernas de los campos de concentración, y la pérdida de sus seres más queridos
Jugaba a adivinar que sueños pudo haber tenido y en que oasis hubiera podido refugiarse si hubiera dedicado su vida a otra cosa. Recordaba episodios que nunca le habían sucedido. Le gustaba inventarse otra historia.
Siempre distraído, perdido entre recuerdos y proyectos, entre derrotas y utopías, se decía: “esto es lo bueno de la historicidad del hombre, poder proyectarse y desproyectarse,  poder vivir con un pié en cada ribera entre la realidad y la virtualidad, poder barajarse entre sus maestrías y sus ambiciones inalcanzadas, poder condenarse en sus culpas, redimirse a si mismo, construirse e inventarse en la vertiginosa corriente de su monologo interno, o destruirse al ritmo de una carcajada”.
Alguna vez la bisabuela le contó que hubo un tipo que los mapuches llamaban el Millalobo, era Hijo de Coicoi –vilu, el espíritu de las aguas, el mismo espíritu que desde el río le hablaba cuando él era niño y soliloquiaba con el agua, solamente que en esa época Pablo no sabía que era un espíritu. Menos aún le había llegado el tiempo de diferenciar y mezclar lo real y lo virtual. Y menos aún que se llamaba Coicoi-vilu. Y ni se le ocurría que Coicoi-vilu era en realidad un lobo marino  campechano, de risa profunda, bigotes rubios y  muy borrachín al que sus amigos llamaban el Tata.
 Millalobo  había nacido gracias a los amores entre el Tata y  una hermosa mujer de las tierras del arauco de la cual solo se sabe que tenía senos voluminosos en los que escondía manantiales de ternura,  fue en la era en que las aguas encrespadas del Atlántico habían invadido la pampa patagónica.
Amarillo el Millalobo, amarillo como el oro, un lobo de oro,  una especie de centauro marino con patrones estéticos mapuches, cuerpo de lobo marino, tórax, brazos y cabeza humanos, solo que recontrabigotudo el gordo. La compañera del Millalobo era una mujer, una humana hija de una vieja machi,  se llamaba la Huenchula. La Huenchula era además de hermosa  una poetisa que desparramaba amor y caricias por el mundo, la esencia de la mujer,  una vez Pablo trató de imaginar a la Huenchula  cuando conversaba con el hada Noemí. Imaginaba  una  especie de vagina  que cantaba melodías sublimes al tiempo que sus pezones reconocían los senderos bigotudos del lobo de oro.
El Millalobo y la Huenchula se encontraban desde adolescentes en las playas de la Lobería, perezosamente desparramados a los rayos del sol patagónico que no es cualquier playa, porque tiene un viento de fondo que sabe tocar las estaciones de Vivaldi con una precisión asombrosa.
El Millalobo tiene la manija de los mares, es como el Neptuno de los griegos, él dice donde se siembran los pejerreyes, cuando deben aparearse las corvinas, cuantos mariscos deben ser ingeridos para mantener la cadena alimentaria, cual debe ser el ritmo de subir y bajar las mareas,  cuando debe haber una tempestad que arrase con todo lo que jode  al planeta.  Hasta las ballenas obedecen a su mando.
Encontrado (y no perdido) entre estos recuerdos Pablo ya llegaba a su rincón de río, todas las primaveras buscaba un rinconcito diferente donde rehacer su historia que era su principal laburo de vacaciones. Ese año le había tocado el turno a la ollita, un lugar muy oculto pasando el  puente viejo, solo visitado por chicos en busca de pescar pejerreyes. La ollita es un golfito diminuto rodeado de árboles, fuera del camino de los paseantes. A donde se accedía por un caminito de tierra lleno de matas pinchudas.
Se sentó sobre un tronco seco de un álamo caído cuya copa flotaba perezosamente en las aguas de la orilla entre juncos con olor a barro, abrió el bolso, roció su espalda y sus brazos con un repelente para mosquitos , respiró profundamente, con esas ansias de aspirar todos los olores juntos.
Acostumbraba  llevar un trozo de madera terciada que utilizaba como escritorio colocado sobre sus rodillas, hojas de papel  usadas de una cara que utilizaba como borrador , lápiz, mate, termo, yerba, cigarrillos, un cuchillo y los anteojos, a veces agregaba una cañita y equipo de pesca menor y un grabador de mano.
Bueno a ver que mas puedo decir mañana en la radio ... comenzó a garabatear lo que le dictaba la bronca ... total después cuando lo digo en la radio me sale diferente.  Era medio descontrolado en su oratoria, mientras mas crecía su entusiasmo más gritaba, hasta que el operador le empezaba a hacer señas  obscenas desde el otro lado del vidrio.
Y si hago un cuentito? ... a ver ..,

        Ganar el abismo. Columna cuento. por El Tábano
-Siempre los presidentes creyeron que detrás de esa abigarrada resistencia a sus designios habría seguramente algo de inocultable valor.
¿Como podría explicarse que esa gente tan humillada, tan débil, tan desgraciada defendiera con tanta tozudez algo que ellos, los presidentes, desconocían?.
Si desgraciada en todo lo que connota la desgracia.
 Se les habían quitado todas las gracias.
Ellos mismos  -siempre los presidentes- habían firmado los decretos de las desgracias. Primero empezamos por quitarles esa costumbre de  pedir un poco mas de lo que tenían  o sea que se dejaran de joder de andar queriendo aumentar sus gracias a cada rato.  Que un día querían un poco mas de plata, otro día querían que la obra social les pagase anteojos, como si hubiera tanto para ver en esos lugares tan feos donde viven los desgraciados.

La mañana avanzaba y el sol se abría paso entre los grises canosos de la niebla, un hada que pasaba por ahí con la risa en los ojos lo saludó al pasar:  “La vida es mágica  che Piranchiguay,  si no te hubiera soplado el viento en contra no se te hubiera ocurrido esta historia  y no te saldría por el costado de la jeta tu mueca socarrona” ...  Mirá lo que me vengo a acordar ... el nombre que me puso la bisabuela .. . se dijo Pablo o se lo dijo al hada, quiere decir “Danza en la niebla” en mapuche, me bautizó así a los 6 años en una madrugada como ésta, delante del fuego que calentaba el agua del mate. - Lo sé muy bien - contestó el hada -  ella se encarga de repetírmelo siempre que vengo a verte-.
Mejor sigo .. pero la mueca famosa no se le borraba del costado derecho de su labio inferior.

Otras gracias que pedían eran una vivienda, mira que nosotros les vamos a andar haciendo casas a todos, ya están acostumbrados a dormir afuera, acaso sus antepasados no vivían en cuevas o a la intemperie, acaso no pueden vivir como lo hacían los primitivos ya que no son otra cosa que eso. Primitivo y con pretensiones mire.
Además ya tienen con las gracias naturales demasiado. Dios ha sido bueno con ellos. Gracias a que viven, gracias a que pueden respirar.  Y trabajar también quieren, y bueno, eso no esta prohibido, que trabajen, hacen bien y que se ganen la vida con el sudor de su frente, ¿qué nos piden trabajo a nosotros?  ¿Les parece poco  el trabajo que les damos a los nuestros?, No tenemos trabajo para tantos, que vayan a pedir por ahí, ¡qué vienen a joder a la plaza!
Otros tenían la costumbre de andar pidiendo gracias extras, como aguinaldos y cosas así, licencias pagadas, incentivos, premios a no sé que por trabajar, gracias a que uno les da trabajo pueden andar pidiendo todo lo demás, ni siquiera agradecen esa gracia.

Un ruido de ramas secas interrumpió su desbordante ironía, el hada con un nenito de la mano,  pelo enrulado, negrito con ojos rojos, chupando el dedo gordo de su mano izquierda mientras que con el índice de la derecha se empeñaba en darle vueltas a un mechón de sus rulos.
 Uuyyyyyyy no me jodas más loca!!!, ¿qué haces ahora? Te dije que no me jodas mas al pibe.
Che Piranchiguay otra vez tenés los ojos colorados boludo, seguro que te metiste al agua y te los refregaste para secártelos.
Piranchiguay lo miró en silencio y Pablo vió como la mueca socarrona despegaba de su boca, volaba en el aire y se dibujaba en el rostro del niño mientras éste meaba sobre las ramas secas, un rito permanente que cumplía cada vez que estaba en la orilla del río.
Vos cebá mate le dijo al hada, y vos vení a sentarte acá en mis hombros, mira lo que vas a escribir cuando seas grande.

Así que los presidentes empezaron a pensar que si les quitaban esas gracias que les habían concedido graciosamente, los desgraciados volverían a su condición natural que era vivir en estado de  desgracia como correspondía a toda criatura que debía agradecer a dios por andar pisando este mundo. Aunque fuera al cuete, si, o acaso no se daban cuenta que andaban sobrando, que muchos de ellos están de más.
¡Mire yo no estoy de acuerdo con eso del seguro de desempleo! Decía la vecina, ¿para qué les van a dar plata?, Para que tengan más hijos y después andar pidiendo más gracias, ve doña vecina como los presidentes tenemos razón de no darles mas pelota a esos desgraciados y terminar de quitarles todas las gracias

Che Piranchiguay, bajate que siento la mueca jodiendo en mi oreja, y vos Noemí  (era el hada) como siempre calientas la pava  me das tres mates locos y me dejas con las ganas, llevátelo a leer “Bouchard el corsario”  seguro que va a ser profesor de historia así que es bueno que empiece, dijo Pablo recordando sus primeras lecturas.  El Hada y Piranchiguay le sonrieron  con esa dulzura que se siente en la piel, Pablo se quedó absorto mirando el agua y las dos siluetas que se alejaban flotando río adentro.  El  redondo y tantas veces acariciado culo de Noemí quedo un largo rato dándole vueltas por la ratonera  y la mueca volvió a su sitio.

. Pero mire Doña, usted es una buena ciudadana y no va a andar votando esas cosas de la voluntad de ¿quién?. ¿Pueblo? ¡no!, el pueblo somos nosotros que venimos de abajo, que estudiamos Derecho con el esfuerzo de nuestras familias y nos preparamos para dirigir los honrosos destinos de la patria. Que van a ser pueblo los que andan afanado por ahí la comida, los que rompen las calles quemando esas mugrosas cubiertas, los que rompen los vidrios para hacerse notar. Como si no nos diéramos cuenta que están ahí.
¿Que defenderán con tanto ahínco? Se seguían preguntando para sí mismos.

Un fuerte zumbido andaba revoleándose alrededor de sus hombros, ¡un tábano! Lo que me faltaba, si acá nunca hubo tábanos. Rajá de acá que en este pago el único tábano soy yo. Hacía tiempo que se había puesto ese seudónimo para sus publicaciones irónicas, lo había sacado de sus estudios de la vida de Sócrates, le gustó eso del “tábano sobre las orejas del caballo para tenerlo siempre a los saltos”. La mueca se transformó pronunciadamente en una seña del paso de la ironía a la bronca, miró el vuelo exploratorio del tábano y lo chumbó, “ picame hijo de puta y vas a ver como morís aplastado, dale, picame la puta madre”,  je, je, la mueca volvió a su normalidad, y el tábano entendió la amenaza, aceleró el vuelo hacia los mimbres buscando quizás victimas menos agresivas.

Esto no se lo iban a preguntar a la vecina, ¡que podía saber esa infeliz!, que se sienta bien creyendo que si nos defiende pertenece a nuestra clase. El espíritu del amo está en la mente del esclavo dijo un filosofo muy importante. No Sócrates no era, capaz que fue Menem, ¡ah ...  no! ése no era filosofo ... cierto.
Che no será que estos tienen ahí atrás alguna provisión desconocida de algún metal precioso, o algún descubrimiento importante que no quieren que nosotros nos enteremos.
Y que tal si le damos una apretadita mas, si aflojan y descubrimos que es lo que defienden capaz que hay algo que nos permita salir de este callejón de mierda donde nos metieron los turros del Fondo. Y ahora se borran, ¿viste?.
Si, pero no quieren recular, me parece que mejor mandemos espías detrás de sus filas, a ver que hay por ahí, si eso que tanto defienden vale la pena.

La mueca se reía abiertamente, ahora si, se las remacho de un grito bien gargantoso y ronco con todo el eco del ginebrazo.  Pablo era por ese entonces un brillante bebedor de ginebra.

Cuando volvieron de la misión los espías habían fotografiado el “tesoro” detrás de un cartel que decía Aldea Global: Era como una barranca inmensa, con una boca de dragón en el fondo donde todo desaparecía.

Y después me despacho con  la explicación de la estrategia dominante, por millonésima vez hablaremos de la deuda externa que no debemos porque ya la pagamos como cien mil veces. De la globalización, el neoliberalismo o liberalismo trucho, las posmodernidad realitydiota, etcétera.

Se sintió bien, como cada vez que algún escrito lo transportaba alternadamente al mundo de su historia, la real y la inventada, que cada día se fusionaban más, como la historia del flaco Jesucristo que de tan inventada  se hizo tan real.
Y siguió paseando por ahí, enamorado del hada, viendo el mundo lleno de color, enojado con la hipocresía, exaltado con la belleza, jugando con los niños,  inundado de ganas de vivir. Y sobre todo volando rabiosamente  con su imaginación llena de muertos vivos y de vivos muertos.  Sus deseos llenos de mujeres que le representaban el personaje del hada por un tiempo,  enamoradas de su mueca,  y que después  huían despavoridas cuando descubrían que eran pésimas actrices.  Y Noemí que se le aparecía con los mejores momentos de su vida cuando menos lo esperaba y lo envolvía en su virtualidad,  le calentaba los sesos, le exaltaba la corriente libidinal y lo empujaba a escribir, a inventar, a crear, era la fuente de todas sus ocurrencias.
Esta noche tendría que escribirle a la bisabuela, porque la bisabuela  y Noemí se chusmeaban todo y cuando la bisa se enterara  que Piranchiguay  estuvo espiando lo que iba a escribir cincuenta años después seguramente iba a necesitar una explicación, y no cualquier cosa, no, la bisa era una de esas indias exquisitas,  la explicación tenía que tener ritmo, imágenes, melodías y sobre todo fuerza de huracanes.
Pablo estaba preocupado no era ninguna joda hacer un poema que la bisa aprobara con esa mueca que el había heredado de ella y que ella a su vez lo había heredado de algún ancestro araucano o se lo había copiado a algún novio bandido, vaya a saber si la bisa no anduvo en amores con Matecocido o Bairoleto.
Todo el día la demanda de la bisa le daba vueltas  alrededor de las orejas, puta ni que fuera un tábano, pensaba Pablo, pero sabía que la corriente mágica que Noemí le insuflaba terminaría en algún orgásmico poema que seguramente complacería a la bisa.
Esa noche  Pablo sintió de pronto que algo le brotaba en el seso, corrió hacia la mesa y  detrás de una factura de gas escribió este testimonio para su diosa mapuche.
Piranchiguay
La abuela dejo solemnemente su silla de cuero y despaciosamente tomo un leño para avivar la hoguera.
Me miró con sus ojos tranquilos en el manto de niebla del amanecer y a través del humo sus palabras resonaron con música de bautismo.
“ Piranchiguay” me dijo.
 Yo la miraba como una diosa aparecida entre las nubes del Lanín.
 Sus manos tejieron en mis rizos una estrella con hilos plateados de la luna que venía rielando desde el mar.
Piranchiguay, “danza en la niebla”, fue mi bautismo . 
Nos abrazamos en la aurora y supe que ese mandato de la sangre  era para volar entre las nubes, para remar entre las ciénagas, para buscar siempre la luz bajo la lluvia y para rugir empeñosamente  cuando tuviera que caminar con el viento en contra golpeándome el pecho.





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